viernes, 16 de noviembre de 2007

Yo viví toda mi vida en la calle de Los Sueños, en el portal 111. Ella, en el 117. Todos los días, sin fallar uno solo, coincidíamos en el café a las tres y cuarto de la tarde. Yo nunca le dirigí la palabra. Y ella nunca cruzó conmigo una sola mirada, por lo que intuyo que me sentía muy cerca. Ella se murió a los ochenta y ocho años. Yo tengo noventa y cuatro y sé que me moriré mañana. Ahora me arrepiento de que nunca me atreviera a hablarle. Lo siento mucho, de veras, mi amor.

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