Yo viví toda mi vida en la calle de Los Sueños, en el portal 111. Ella, en el 117. Todos los días, sin fallar uno solo, coincidíamos en el café a las tres y cuarto de la tarde. Yo nunca le dirigí la palabra. Y ella nunca cruzó conmigo una sola mirada, por lo que intuyo que me sentía muy cerca. Ella se murió a los ochenta y ocho años. Yo tengo noventa y cuatro y sé que me moriré mañana. Ahora me arrepiento de que nunca me atreviera a hablarle. Lo siento mucho, de veras, mi amor.
viernes, 16 de noviembre de 2007
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