domingo, 23 de marzo de 2008

A los cuatro años aún no hablaba ni había aprendido a escribir. Y, sin embargo, mientras otros niños aprendían la vida en la escuela o en el mundo de sus juegos, Ricardo pasaba las horas del día y parte de la noche leyendo los libros que su abuelo materno atesoraba en su casa. A los nueve años, el maestro de pueblo aconsejó a su madre que lo sacara de la escuela porque consideraba que su estancia allí era una pérdida de tiempo: se mostraba un niño absorto en sí mismo y aislado del resto de los compañeros, solamente se relacionaba con ellos cuando se pasaba horas contándoles historias que él modelaba a partir de las que absorbía en sus interminables lecturas. Ante las preguntas de su madre, desorientada y entristecida, Ricardo le confesaba una única respuesta:
-Hace ya mucho tiempo, mamá, que me perdí en el indescifrable laberinto de las letras.
Tenía entonces nueve años. A partir de ahí, su única conexión con el mundo era su abuelo; y con sus sueños, los libros.
A los cuarenta y cuatro años, después de treinta y cinco sin pisar la calle, dejó de leer. Y comenzó su carrera de escritor. Todo lo demás ya lo conocéis a través de sus obras.
Hoy es un mal día para los amantes de las letras, porque Ricardo Cuerto Llamuza ha muerto.

domingo, 16 de marzo de 2008

Una madrugada se despertó riéndose a carcajadas. Comprendió entonces que lo único que le hacía feliz eran los sueños.