miércoles, 28 de noviembre de 2007

Arturo Rocamar, incluso después de que se le perdiera la cabeza en medio de la niebla, andaba a pasos acartonados por el muelle del pueblo, como un velero sin mástil, repitiendo la misma historia a quien quería y también al que no quería escucharla.
La madrugada del 15 de abril de 1931 no acudió al muelle para embarcarse en el pesquero en el que faenaba con rumbo hacia el mar de Irlanda. En la fiesta que siguió a la proclamación de la república en el balcón del ayuntamiento había agarrado tal cogorza que, cuando zarpó su barco, Arturo Rocamar dormía los siete sueños en el pórtico de la iglesia.
-La repúlica me salvó la vida -repetía gangosamente una y otra vez.
A los siete días arribó al puerto la noticia del naufragio de su barco en medio de una tormenta. Murieron doce pescadores. Arturo Rocamar traicionó con su suerte la mala prensa del número trece.

No hay comentarios: