sábado, 20 de octubre de 2007

Mi padre siempre fue un pedante que se empeñó, desde que era una niña, en que lo más importante era la lectura. No cesaba de echarme en cara mi ignorancia. Durante la adolescencia, la principal causa de los enfrentamientos con él era mi falta de afición a los libros. Nunca le satisfizo que en el instituto sacara buenas notas y superara mis estudios universitarios con mejor calificación que la que él había alcanzado. Al final, se rindió y, entonces, yo empecé a leer cada vez con mayor avidez.
Luego, la volvió a tomar conmigo por otro motivo. Decía que poseía muy buenas cualidades para escribir y que era lástima que no las aprovechara. Anduvo detrás de mí para que escribiera cualquier cosa, le daba igual el qué, pero que escribiera. A mí todo aquello me parecía la mayor de las estupideces.
Cuando me marché de su casa, me liberé felizmente del agobio y de la presión enfermiza a la que siempre me había visto sometida.
Como despedida, mi padre tuvo el detalle de hacerme el más increíble de los regalos. Su egoísmo, sus propias frustraciones, su falta de escrúpulos y de respeto hacia mí, su locura, qué sé yo, le llevó al extremo de robarme mis diarios, lo único que había escrito hasta entonces, espejos de mi intimidad que yo había ido redactando desde que era una niña, y pubicarlos con mi propio nombre en una editorial de una amiga suya, dejándome literalmente desnuda frente al mundo.
Para mí, esta última actuación suya había traspasado el límite admisible, y dejé de hablarle, nunca más le visité ni le llamé por teléfono. Se quedó solo.
Pero la publicación de mis diarios fue un éxito y me llovieron las ofertas para la publicación de un nuevo libro. No sé por qué lo hice, imagino que por demostrarle que, si me lo proponía, también sabía escribir otras historias. Desde entonces, no dejé de inventar mundos.
Estos es, señoras y señores, lo que hoy, al recibir este premio a toda mi carrera literaria, quería contarles. Y, como ustedes verán, también en esto se salió con la suya el cabrón de mi padre.
Muchas gracias.

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