domingo, 2 de diciembre de 2007

-Tráeme la carretilla con la pasta.
-Va.
-¿No te había dicho que me subieras el nivel? Aquí no hay ladrillos suficientes par acabar este paño. Me cago en dios y en la santísima virgen. Así no hay forma de acabar para las cinco.
-Va.
-Y hoy es viernes. Y la hora de salida es sagrada. ¿Te enteras?
-Va.
-Déjalo. No te esfuerces. La hostia... ¡Vaya tía esa! ¿Olé tu padre que te crió para que te la claven y olé tu madre que plantó en el paraíso esas dos tetas como dos banderas! ¿Tú la has visto?
-Va.
-Mira, chaval. Escucha bien, porque te voy a da clases. Esa era de las que hay que atacar de frente. Yo tengo una teoría. ¿Sabes? Las hay que llevan pantalones, apretados, comiéndoles las piernas, marcándoles la raja hasta las entrañas. Pero no te fíes. Su mayor portento son las tetas. ¿No te has fijado cómo se le ajustaba el jersey marcándole los dos meloncitos aún verdes y recién salidos? A esas hay que taladrarlas de frente, ahí tienen su punto de fundición. Luego, están las otras, las que llevan la minifalda hasta el ombligo. Esas son las putas de verdad. A esas hay que derretirlas por abajo. Es cuestión de juguetear con la mano entre las bragas. ¿Tú me entiendes, chaval?
-Va.
-Además, según dice mi primo, que el cabrón es más listo que dios y hasta estudió carrera, están aquellas a las que hay que atacar desde arriba, por la cabeza, esas que tienen pajaritos y nubes entre las cejas, y son más viciosas que todas las demás juntas. Pero, para eso hay que saber, esas no se conforman con cualquier cosa, hay que tener mucha labia y derretirlas primero con las palabras para después joderlas en su propio jugo. Pero, para eso, qué se va a hacer, hay que tener estudios, y yo no estoy preparado.

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