La soledad le daba alergia. Sin pérdida de tiempo recogió en correos el paquete. Tenso por la emoción abrió la caja y sacó con el mayor cuidado el águila y la golondrina mecánica. Siguiendo el manual de instruciones las entrelazó ajustadamente poniendo el máximo ciudado en que el aspa girara a la izquierda, bien atornillada al pico de la golondrina. No podía esperar más. Le devoraban unas irresistibles ganas de volar. Sólo faltaba que soplase una ligera racha de viento.
viernes, 21 de septiembre de 2007
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