viernes, 21 de septiembre de 2007

La soledad le daba alergia. Sin pérdida de tiempo recogió en correos el paquete. Tenso por la emoción abrió la caja y sacó con el mayor cuidado el águila y la golondrina mecánica. Siguiendo el manual de instruciones las entrelazó ajustadamente poniendo el máximo ciudado en que el aspa girara a la izquierda, bien atornillada al pico de la golondrina. No podía esperar más. Le devoraban unas irresistibles ganas de volar. Sólo faltaba que soplase una ligera racha de viento.

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