jueves, 13 de septiembre de 2007

Aburrido, el niño subió al desván. En una esquina encontró una maleta vieja. La abrió. En su interior había un montón de letras de colores. Se pasó toda la tarde haciendo castillos de palabras. Cuando había conseguido una construcción que le gustaba, se quedaba quieto, contemplándola ensimismado. Después, le daba un manotazo y comenzaba de nuevo a mezclar las letras hasta levantar un castillo nuevo.
Durante la cena, el niño comentó el hallazgo de la maleta en el desván y el descubrimiento de un juego distinto. El padre, preocupado por la excesiva imaginación de su hijo, le cortó en seco:
-Eso son cuentos.
-Lo mismo pensé yo -respondió el niño.

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