jueves, 10 de enero de 2008

En el otoño de 1949 los últimos maquis caíamos en retirada. Las botas de la Guardia Civil franquista nos pisaba mortalmente los talones. Nuestra última esperanza era huir y cruzar la frontera.
Aquel trece de octubre me taladró el pecho la emoción más intensa de mi vida. Siempre había tenido miedo de no ser lo suficientemente valiente para cumplir mi palabra. Pero, cuando llegó el momento, apreté el gatillo con decisión y sin dudar. Me sentí aliviado.
Monte arriba los guardias civiles galopaban sobre nuestras espaldas. Pablo cayó sobre un mar de helechos, herido en una pierna. Lo intentó pero no pudo levantarse. Yo retrocedí unos pasos hasta su encuentro.
-Ya sabes lo que has de hacer.
Colgué al hombro la ametralladora,saqué de la cartuchera mi pistola y apunté a su sien izquierda.
-De frente, Andrés. Quiero ver tu última sonrisa.
El revoloteo de mil alas negras ahogó en el bosque el eco del disparo.

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